El síndrome del cuidador quemado, cómo plantarle cara.

 

Según diferentes estudios, cerca del 50 % de los familiares que desempeñan el papel del cuidador padecen el denominado “síndrome del cuidador”.

Y es que cuidar de una persona en situación de dependencia es una tarea que, en la mayoría de los casos, no es puntual, sino que se alarga durante un largo periodo de tiempo, por lo que es muy importante que la persona cuidadora adopte una serie de actitudes básicas para facilitar tanto el desarrollo y bienestar de la persona a la que cuida como de ella misma, ya que no hay que olvidar que el cuidador deberá compaginar el cuidado de la persona dependiente con el resto de tareas, obligaciones y actividades cotidianas.

Asistir a una persona en situación de dependencia es una tarea dura para la cual el cuidador no ha recibido (en la mayoría de los casos) una formación básica que le ayude a afrontar su día a día.

No hay duda de que la persona cuidadora quiere dar lo mejor, lo que a menudo le lleva a descuidarse a sí misma, fcailitando así la aparición de periodos de ansiedad, estrés, frustración o, incluso, depresión.  Es lo que conocemos con el nombre del síndrome del cuidador quemado. La persona sobre la que recae el cuidado de un familiar en situación de dependencia tiene que hacer frente a importantes cambios en múltiples esferas de su vida:

  • Ámbito familiar: aparición de conflictos entre los diferentes miembros de la familia debido a una desigual implicación de éstos hacia la persona en situación de dependencia.
  • Ámbito social: el cuidador renuncia a su tiempo de ocio y todo su tiempo disponible lo dedica al familiar a su cargo.
  • Ámbito laboral: dificultad para compatibilizar la jornada laboral con el cuidado de la persona en situación de dependencia, generando estrés en el cuidador.
  • Ámbito de salud: deterioro físico y, por supuesto psicológico, ya que continuamente asaltarán al cuidador sentimientos de tristeza, desánimo, culpa, ansiedad, enfado e irritabilidad.

Es muy importante que el cuidador sea consciente de que todos estos cambios son normales y que los sufren la mayoría de las personas cuidadoras. La frase “el cuidado debe comenzar por ti” debe ser la máxima de todo cuidador y es que hay que tener claro que, si la salud de la persona cuidadora se resiente, también se resentirá la de la persona a la que está cuidando. Así que no perdamos más tiempo y veamos qué podemos hacer para no caer en el síndrome del cuidador quemado:

  • Fomenta su autonomía: cuidar de otra persona implica invertir grandes dosis de energía física y psicológica día a día, no la malgastes innecesariamente. Una forma de compensar este enrome desgaste pasa por fomentar la autonomía de la persona dependientes. ¿cómo?
    • Prestándole la ayuda necesaria promoviendo que realice todas aquellas actuaciones y/o actividades que pueda hacer por sí misma, además conseguirás que la persona a la que cuidas se siga sintiendo útil.
    • Utiliza las ayudas técnicas disponibles y que estén a tu alcance: nuevas tecnologías (interfonos, telefonía móvil, webcam, sistemas electrónicos inteligentes…)
    • Enséñale actividades que pueda aprender, pero con cuidado, sé consciente de sus limitaciones.
  • Encuentra un espacio para ti: intenta sacar algo de tiempo para ti y realizar actividades que te gusten y te permitan “desconectar”. Para ello nada como hacer algo de deporte, salir a caminar o simplemente tomarte un café en la mejor campañía o disfrutar de una buena conversación. Sabemos que el tiempo no se puede estirar, por lo que es muy importante que realices una óptima organización del mismo para atender al resto de cosas que habitualmente hacías antes de ser “cuidador”. También puedes buscar la ayuda de otras personas para que participen y te ayuden en la tarea de cuidar y que te permitan disfrutar de un “respiro”, tales como familiares, vecinos/as, amigos, etc. o acudiendo a algunos de los diferentes recursos públicos y privados que te pueden ayudar a encontrar esos “espacios de respiro”.
  • No descuides tu alimentación: saltarte comidas, comer “cualquier cosa que tengas a mano” nunca es una buena idea, ya que descuidarás tu salud. Nada como una alimentación sana y equilibrada que te permitirá tener la energía siempre a tope.
  • Cuida tu bienestar físico: a menudo, al cuidar de una persona dependiente podemos sufrir percances relacionados con una mala postura de nuestro cuerpo a la hora de realizar ciertas actividades diarias, así que a continuación os dejamos con algunos aspectos básicos que os ayudaran a reducir la probabilidad de sufrir lesiones:
    • Comprueba que el cuerpo está en buena alineación y que tiene una base de soporte amplia (con las piernas ligeramente abiertas)
    • Utiliza los músculos más fuertes y grandes: los hombros, los muslos y las caderas.
    • Al coger objetos pesados, mantenlos cercanos al cuerpo al levantarlos o transportarlos. En cualquier caso, siempre es mejor empujar los pesos pesados antes que levantarlos. Si no quedara más remedio que levantar objetos pesados, usa la musculatura de las piernas, no doblando la espalda, aunque lo mejor es pedir ayuda siempre que sea posible. Si tuviera que realizar el levantamiento y transporte solo, gire todo el cuerpo al cambiar de dirección y realiza movimientos suaves e iguales, evitando los movimientos bruscos.
    • Al hacer la cama o mover a la persona dependiente, ponga las rodillas ligeramente flexionadas y acompañe el movimiento con todo el cuerpo, no con la espalda.
    • Cuando tengas que estar de pie durante largos periodos de tiempo, trata de tener las rodillas ligeramente flexionadas, lo que conseguirá aliviar la tensión lumbar de la espalda.
    • Cuando estés sentado, es muy importante que ambos pies lleguen al suelo, asegúrate de que las rodillas están en línea con las caderas y apóyate firmemente contra el respaldo de la silla.
    • Al caminar, evita ir encorvado/a.

Por último, os dejamos con un breve cuestionario (Escala de sobrecarga del cuidador de Zarit) que te puede dar pistas para comprobar si padeces el síndrome del cuidador quemado. Para acceder al test basta con hacer clic en el enlace que se muestra más abajo y contestar a cada una de las 22 preguntas.

Si tras finalizar el test la puntuación que obtienes es inferior a 46 puntos puede considerar que eres un/a cuidador/a NO SOBRECARGADO.

Si por el contrario, tu puntuación es superior a 56 puntos, ten cuidado, porque eres un/a cuidador/a sometido/a a una SOBRECARGA INTENSA.

Para realizar el test: Escala de sobrecarga del cuidador de Zarit